Aprender a leer y escribir a los 55 años de edad requiere de un gran deseo y disciplina y no me refiero a ser alfabetizado que para ello ya tuve 12 años de escuela y un poco más, sino a considerarme seriamente un lector de libros y con ello tener una mente mejor capacitada para escribir lo que me de la gana.

La vida diaria con sus adversidades que siempre están al paso y las alegrías que aún experimentandolas en ocasiones tenemos que aprender, también, a redescubrirlas como justo homenaje a una vida que también es amable y bondadosa. En lo personal, hace muchos años que he pensado que los obstaculos que me ha puesto la vida interfieren con mis mejores propósitos de avanzar en el tema. Tratando de ser sincero conmigo mismo (y no es nada fácil, con una formación que ha dado más importancia a la simulación que a la autenticidad) creo que asumir compromisos de crecimiento con las mejores intenciones no me han bastado para llegar a puerto seguro, es decir, a convertirme en un lector aventajado y practicante  habitual de la escritura.

Está escribiendo un ser humano que a su edad en ocasiones se siente cansado de continuar la lucha de cada día, pero donde las gafas que utiliza no sólo son oscuras, sino también de color rosa. Despertar a un nuevo amanecer sigue siendo motivante, aunque no sea todos los días, esa taza de café, mirar aquella pantalla luminosa con un mundo de contenidos de los cuales tómo lo que quiero buscando satisfacciones y encontrar una vez más el rico sabor de estar vivo. Leer noticias en el periodico y enfrentarme a un abanico de emociones sin prisas, sintiendome el dueño de mi tiempo. El abrazar a mi madre cada mañana que se levanta y sentir la energía fabulosa de ese contacto no sólo físico, sino total.

Pero resulta que también, la realidad se encarga de retarme con sus exigencias por una parte y recordarme mis carencias en cualquier orden (físico, espiritual, mental, económico, social y hasta político) y es ahí donde se me forma ese «cuello de botella» existencial, ¿Me estoy quedando rezagado, sin la preparación suficiente para enfrentarme con mi realidad? ¿Si mi problema es que me he quedado atrás, que no he podido llegar al siguiente nivel, creo en poder hacerlo si me lo propongo o vivo derrotado?

Volver a creer que tengo un potencial que puedo desarrollar, que puedo aprender y vivir cosas nuevas suena mágico y sanador. Conozco amigos que  no se preocupan por este tema pues ellos con la misma edad que yo, estudian una nueva carrera o siguen superandose en la que eligieron y les veo ágiles de mente, satisfechos, felices, lo cual me parece admirable. Por supuesto este es el camino que me marca la vida, el punto es que tengo que volver a aprender a leer y escribir mi andar por la vida literal y figuradamente.

En fin, regresar a las buenas intenciones para mejorar es lo de menos, ya soy todo un experto, iniciar un nuevo camino, dar no sólo el primer paso, los primeros pasos y experimentar las caídas y perseverar.

Yo sólo quería escribir un poquito sobre mi hambre y sed de leer y escribir habitualmente, de tener la disciplina que hasta hoy carezco pero advierto que estoy tratando en como conducir mi vida mejor, venciendo los temores arraigados en mi mente, que si por la edad, que si por la enfermedad, que si el temperamento, que si mi historia personal etc.

Aceptación es una bonita palabra para iniciar un proceso de cambio, total, como dijo alguien por ahí, el ser humano es el único animal que puede soñar con las estrellas y ¿por qué no? alcanzarlas.

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