El mundial de Brasil 2014 ha dado mucho de que hablar (y escribir) ya  que no en balde es el evento deportivo más visto por los habitantes de éste planeta, aún por encima de los juegos olímpicos o el Superbowl. Creo que ya he comentado que he participado como seguidor de cada mundial de fútbol a partir de México ’70 y es que ya contaba con diez años de edad y también podiamos disfrutar del último avance tecnólogico para el entretenimiento como lo era ya la televisión, por supuesto en blanco y negro ya que una de color no estaba en el presupuesto familiar.
Mi padre y un tío (hermano de mi padre) nos llevaban desde pequeños a mi hermanos y primos a verlos jugar su deporte preferido en los estadios de nuestra ciudad de Hermosillo, la mayoría de los cuales eran canchas de tierra por lo que verlos jugar en el estadio Castro Servín de nuestra Universidad de Sonora, significaba mirar a los equipos sobre un hermoso campo de césped verde y además con gradas de concreto y techadas. Y también cuando en vacaciones nos llevaban muy temprano a los entrenamientos, larga se me hacía la noche para que llegara el amanecer e irnos en bola sobre los pick-up´s. Crecí viendo a mi Padre enterarse de las noticias futboleras con el ESTO un diario deportivo que llegaba del D.F. a la librería de la ciudad, llamada «Librolandia» y por supuesto también me aficioné a aquellas lecturas que hasta el día de hoy me siguen interesando.
 
No recuerdo bien a bien, el formato de los programas televisivos de aquél 1970 pero desde entonces me di cuenta que el fútbol era algo más que «correr detrás de una pelota» como decían algunas personas de la tercera edad que no entendían que importancia podría tener dicho juego.
Si, por supuesto que el marketing ya existía, por ejemplo, en el tiempo previo a dicho mundial, salió a la venta un álbum para llenar con todos los jugadores de cada equipo que jugaría en el mundial de México ’70, las famosas «cartitas». Ir llenando poco a poco el álbum con las cartitas de los jugadores significaba una emoción fabulosa. Ahí conocí nombres de países que jamás había escuchado, por ejemplo, el de Zaire y mirar las fotos con sus jugadores de distintos matices en el color negro de su piel…¡estaba gratamente sorprendido!  El fútbol, el «deporte de las patadas» como también se le nombraba con cierto desprecio, resultó ser una poderosa palanca para impulsar la cultura y el acercamiento entre los diferentes países de lo que después se definiría como «Aldea global» un ideal no sólo en cuanto a cantidades de información que hoy por hoy podemos recibir  a través de las TIC, sino sobre todo, un ideal para un mundo hermanado.
Como televidente de los mundiales uno de los grandes «filones de oro» que me han enriquecido es el conocer desde las pantallas los atractivos de los países anfitriones (de las miserias se encargan hoy por hoy, las redes sociales, que muestran una imagen más diversa, como es ahora en el caso de Brasil) la gente con expresiones diferentes, lugares increíblemente bellos, en fin. Sin embargo, y estoy hablando de la televisión abierta, lo que no me gusta es la participación de personajes simplones que no aportan al interés de todo un país como es nuestro México, que quiere y debe disfrutar pero también aprender valores, creo que es un desperdicio en estos eventos que congregan a multitudes se utilicen, insisto, a algunos personajes supuestamente cómicos que mas que hacerme reír me resultan molestos.
 
 
A raíz de la derrota de nuestro equipo ante Holanda en todas las redes sociales se han popularizado hasta el hartazgo los llamados «memes» con el jugador que provocó el penal que a la postre significó la derrota del Tri. La aerolínea Holandesa KLM publicó en su sitio de  twitter la leyenda «Adiós amigos» y uno de nuestros más reconocidos actores Gael García les reclamó con un insulto y asegurandoles que jamás volvería a volar en esa aerolínea.
Entonces ¿Que nos pasa? No reconocemos nuestras derrotas y además perdemos el sentido del humor…creo que así nunca llegaremos lejos.
Así las cosas, el futbol para mi es un juego bonito, que entretiene y alegra el corazón y también una oportunidad de vivir cada cuatro años ese festín llamado con propiedad, el mundial. Pero, quizás, el futbol dista mucho de ser «solo un juego» para tratar de calmar nuestras pasiones. Es una actividad humana que como muchas otras permite que afloren -como tulipanes- lo mejor y lo peor de cada quien, de cada pueblo y precisamente por ello, tomar nota -ser conscientes- donde estamos y adonde queremos llegar.
 
Y mientras son peras o son manzanas ó esperamos que nos «caiga el maná del cielo»  el compromiso para ganar los partidos de nuestras vidas es con uno mismo, con nuestro entorno y no quedarnos al final del día, rezando… «No era penal».
 
¡Viva México!
 
 

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