Una de las certezas que tengo al momento de escribir y que paradojicamente en ocasiones no me atrevo a asumir, consiste en que si quiero, puedo hacerlo, basta con «agarrar» una idea, una noticia, una anécdota, un personaje y mi mente empieza a vislumbrar caminos entre correciones e ideas que llegan para quedarse y otras que se van pero sirven de apoyo en su paso «tachoneado» por los renglones de mi cuaderno o en las líneas virtuales de mi laptop.

Tengo varios años queriendo escribir un libro acerca de la relación con mi enfermedad y aunque ya tengo varias páginas escritas (poco más de cien) el modo de narrar requiere de más trabajo con la memoria por un lado, con el estilo por el otro.

Hace cerca de dos años, tuve una de esas ya, escasas reuniones con un conocido cajemense de nuestra época universitaria, en conocido restaurant del búho y cuando me preguntó por mi proyecto del libro, me excusé diciendo que mis problemas personales y de mi entorno no me lo permitian. Le dije que me pasaban «muchas cosas» a lo que él respondió con un tono de cierta ternura «entre más cosas te pasen, más temas tendrás para ecribir» a lo que asentí como estando de acuerdo, aunque dentro de mi, me pareció casi una ofensa a mi «sufrida vida» pero también pensé de acuerdo a su lógica y me dije …»las personas con cierta experiencia saben dar consejos útiles«.

En fin, esto de escribir cómo cualquier actividad humana, requiere, como dice la conocida frase, más transpiración que inspiración. Creo que ésta última, desde mi modesta experiencia como narrador no es que se esconda o huya, más bien hay que buscarla …y siempre se deja encontrar.

Y es que mi conocido cajemense quizás tiene razón, aunque creo que vivir en constante agitación al grado de ser paciente psiquiátrico y requerir fármacos, la cotidianidad del mundo interior que «se agita» una y otra vez en su contacto con el entorno y con uno mismo, es altamente distorsionador, lo que muchas veces impide que un material extraordinario para compartir, en este caso, por medio de la palabra escrita, no sea sostenible en el tiempo. Escribir se vuelve una actividad que me ayuda a experimentar algunas rachas con buenos niveles de cordura después de un día, una semana, años, ¡décadas! en las que desde que me levanto de la cama, hasta que vuelvo a ella, paso por oasis que ayudan a resistir lo que en sentido estricto, debería ser que me ayuden a no tomar caminos desiertos que pueden llevar a la locura y hasta la misma muerte…aún en vida.

A propósito dei tema de escribir desde la cotidianidad, éste pasado jueves se reveló el nombre de la ganadora al premio Nobel de literatura 2013, la Canadiense (primera de su país) Alice Munro, «cuya obra se rige por experiencias de la vida cotidiana», además, comenta el sitio http://www.reporteindigo.com del día 12/10/2013 la Academia Sueca la considera «una maestra del relato breve contemporáneo, una de las razones por las que se otorgó el premio». «…reservada,simpática y con el mejor sentido del humor, ésta ama de casa-escritora no sólo ha sido elogiada por su tratamiento simple y cotidiano de las relaciones humanas complejas, sino que derrotó en la contienda a Haruki Murakami, el escritor japonés que todo mundo está leyendo…»

Por supuesto que la Sra. Alice no es ninguna improvisada, ella empezó a escribir desde niña y tuvo la oportunidad y la actitud de seguir escribiendo a pesar de abandonar sus estudios de Periodismo y Filología para casarse, tener hijos y ser, pues, toda una ama de casa y encima escritora.

Y si queremos tomar una enseñanza de ella, que tal vez no lo pretenda dada su sencillez, yo elijo el hecho de saber conservar y aún acrecentar su pasión por escribir en medio de la agitada vida familiar, la cual quizás le resultó mas o menos armoniosa, con la paz suficiente y necesaria para regalarse tiempo a si misma.

Simpatía, sentido del humor, sencillez, a la gran distancia de la persona de Alice Munro, esas cualidades que se le atribuyen en los medios, me habla de una persona mejor equilibrada, que, como buena ama de casa, ha sabido «hacer mucho de lo poco», es decir, ofrecer desde el altar de su vida cotidiana un regalo al mundo.

Bien, inicié con algo de mi experiencia y termino refiriendome a una persona que es ejemplar. Esa clase de personajes que lo simple lo convierten en grandeza, me resultan fascinantes, pues es el reflejo fiel de la dignidad de cada ser humano.

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